30 Jul Un fenómeno global en expansión que golpea a las marcas
La proliferación de productos de imitación, réplicas y falsificaciones se ha convertido en un fenómeno global con implicaciones económicas, sociales y
éticas profundas. Los consumidores, impulsados por una variedad de razones, están optando cada vez más por adquirir estos productos, desatando un
problema que afecta a industrias enteras y a la economía mundial.
La falsificación y la piratería están costando a las empresas legítimas millones de dólares anualmente. Según un informe de la Organización para la
Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), las empresas pierden aproximadamente 520.000 millones de dólares en ingresos por ventas debido a la
falsificación y la piratería. Este alarmante dato revela la magnitud del problema, destacando que uno de cada cuatro productos vendidos en línea es
falsificado. El estudio de la OCDE también reveló que el 15% de los consumidores a nivel mundial ha comprado productos falsificados en el último año.
Este porcentaje se eleva significativamente entre los jóvenes de 18 a 24 años y en las economías en desarrollo, donde las restricciones presupuestarias
y la falta de acceso a productos originales son factores determinantes.
En la Unión Europea, la situación no es menos preocupante. Un estudio de Europol en 2022 encontró que el valor del comercio de productos falsificados y
pirateados alcanzó los 36.800 millones de euros en 2021. Los productos más comúnmente falsificados en la UE incluyen ropa, accesorios, productos
electrónicos y artículos de lujo.
¿Por qué aumenta la demanda de Falsificaciones, imitaciones y réplicas de productos?
Los consumidores se inclinan por productos falsificados por diversas razones, que se pueden agrupar en tres categorías principales: factores
económicos, sociales y relacionados con el producto. La principal motivación es el precio significativamente más bajo de las falsificaciones en
comparación con los productos originales. Para aquellos con un presupuesto limitado, las imitaciones representan una oportunidad para adquirir
productos deseados a una fracción del costo. Además, en muchas regiones, los productos originales no están disponibles o son difíciles de conseguir.
Las imitaciones llenan este vacío, ofreciendo a los consumidores acceso a productos que de otro modo no podrían obtener.
Es difícil convencer a los consumidores con menos poder adquisitivo de que comprar falsificaciones o réplicas de productos perjudica a la economía
de las marcas. Muchos de ellos perciben sus limitaciones económicas como una consecuencia de una sociedad capitalista que perpetúa la desigualdad.
Esta percepción alimenta un sentimiento de resentimiento y justificación, lo que lleva a que estos consumidores vean la compra de productos
falsificados no solo como una necesidad económica, sino también como una forma de resistencia contra un sistema que sienten les ha fallado. Para estos
consumidores, el ahorro significativo que representan las falsificaciones es primordial, ya que les permite acceder a productos que de otra manera
estarían fuera de su alcance. Además, hay un factor de satisfacción personal en obtener artículos que imitan a los de lujo, permitiéndoles experimentar
un nivel de estatus que, en sus propias palabras, “de otro modo no podrían alcanzar”. Por ende, cualquier intento de disuadirlos de esta práctica debe
abordar tanto las razones económicas como las psicológicas y sociales que impulsan esta conducta.
Las replicas e imitaciones de productos de marcas, permiten a las personas aparentar un nivel socioeconómico que no podrían alcanzar con
productos originales.
Las normas y expectativas sociales también juegan un papel crucial. En algunas comunidades, usar ropa o accesorios de marca, aunque sean falsificados,
es visto como algo normal o incluso esperado. Sorprendentemente, algunas falsificaciones ofrecen una calidad aceptable, lo que las hace atractivas para
los consumidores. Si una imitación se asemeja mucho al producto original en términos de apariencia y funcionalidad, algunos consumidores pueden estar
dispuestos a correr el riesgo de comprarla, especialmente si el precio es significativamente más bajo. Además, las imitaciones a veces pueden ofrecer
una mayor variedad de diseños, estilos o colores que los productos originales, lo que resulta atractivo para los consumidores que buscan algo único o
que no pueden encontrar lo que desean en la oferta de productos originales.
La diferencia entre el Consumidor engañado y el que es consciente de que compra una falsificación o réplica
Existe una diferencia significativa entre aquellos que compran estos artículos sin saber que no son originales y aquellos que lo hacen plenamente
conscientes de su naturaleza. Esta distinción no solo afecta la experiencia del consumidor, sino también las implicaciones éticas y legales del acto de
compra.
El consumidor engañado es aquel que adquiere un producto falsificado creyendo que está comprando un original. Estos consumidores a menudo pagan precios
elevados, similares a los de los productos auténticos, confiando en la autenticidad del artículo basado en la apariencia y la reputación del vendedor.
La experiencia de ser engañado puede ser profundamente negativa, ya que estos consumidores no solo sufren una pérdida financiera, sino que también
experimentan una decepción significativa al descubrir que el artículo no cumple con las expectativas de calidad y rendimiento asociadas con la marca
original. Por otro lado, el consumidor consciente de que está comprando un producto falsificado lo hace generalmente por motivos económicos o por la
percepción de obtener un valor similar a un costo menor. Estos consumidores están dispuestos a sacrificar la autenticidad por un precio
significativamente más bajo, con pleno conocimiento de que el producto puede no tener la misma calidad, durabilidad o garantía que un original. Para
estos compradores, la marca puede ser menos importante que la funcionalidad básica del producto o la apariencia de lujo que ofrece.
A pesar de que los consumidores mencionaron el precio económico como la principal motivación para comprar productos falsificados, el factor más
determinante en sus comportamientos de compra fue el nivel de disfrute asociado a estas adquisiciones.
Según Patricia Huddleston, profesora de comercio minorista en el Departamento de Publicidad y Relaciones Públicas de la Universidad Estatal de Michigan
(MSU), “los consumidores no solo buscan ahorrar dinero, sino también experiencias de compra placenteras y enriquecedoras”. Huddleston sugiere que
“eliminar la diversión de comprar productos falsificados puede ser una estrategia eficaz para reducir la prevalencia de este comportamiento”. Además,
las actitudes y normas sociales desempeñan un papel significativo en la compra de productos falsificados. Los consumidores que tienen una percepción
positiva de la compra de falsificaciones y que creen que sus amigos, familiares y pares, ya sea en su ciudad, país o en Internet, aceptan y participan
en esta conducta, son más propensos a haber comprado productos falsificados en el pasado y a tener la intención de hacerlo en el futuro. Esto subraya
la importancia de las influencias sociales en la perpetuación de esta práctica.
Las líneas borrosas entre productos originales y falsificados: La Marca como Diferenciador Principal
Seamos sinceros, a menudo las diferencias entre un producto original y su réplica o falsificación son prácticamente inexistentes. En muchos casos, la
disparidad de valor reside casi exclusivamente en la marca que respalda al producto, más que en el propio objeto. Esta realidad se hace evidente en
numerosos mercados, desde la moda hasta la tecnología. Los avances en la fabricación y el acceso a materiales de calidad han permitido que los
productos falsificados alcancen niveles de acabado y funcionalidad muy cercanos a los de los originales. Un bolso de diseñador, por ejemplo, puede ser
replicado con tal precisión que incluso un experto podría tener dificultades para distinguir el original de la imitación sin un análisis minucioso. Lo
mismo ocurre con los relojes de lujo y los gadgets electrónicos, donde las falsificaciones han mejorado significativamente en términos de apariencia y
desempeño.
La gran diferencia radica en la marca. Las grandes marcas no solo venden productos, sino también una promesa de calidad, exclusividad y estatus. Para
muchos consumidores, comprar una marca reconocida es una forma de expresar su identidad y pertenencia a un grupo social específico. Sin embargo, cuando
el producto falsificado es prácticamente idéntico al original, esta distinción se vuelve más simbólica que tangible. La etiqueta o el logotipo de una
marca de lujo se convierte en el verdadero objeto de deseo, más que las características físicas del producto.
La percepción del valor de una marca también está profundamente arraigada en la psicología del consumidor. Las marcas invierten enormes cantidades de
dinero en marketing para crear asociaciones positivas y aspiracionales con sus productos. Este esfuerzo por construir una imagen sólida y deseable es
lo que justifica los altos precios de los productos originales. Sin embargo, cuando los consumidores pueden obtener una experiencia similar con una
imitación casi perfecta, la lógica económica de pagar más por un producto original se debilita.
Redes Sociales, Comercio Electrónico y Vendedores Externos
La adquisición de productos falsificados se realiza predominantemente a través de sitios web de comercio electrónico y redes sociales, cada uno
representando el 39 % de las compras de estos artículos. En particular, Facebook se destaca como la plataforma más utilizada, con el 68 % de los
consumidores que compraron falsificaciones en redes sociales haciéndolo a través de esta red.
El auge del comercio electrónico tras la pandemia de COVID-19 ha transformado a las plataformas de venta minorista en línea y redes sociales en focos
de productos falsificados. Estas plataformas, al permitir la promoción de productos por parte de vendedores externos, han facilitado a los
falsificadores la promoción y venta de sus artículos. Estos infractores comprenden bien el funcionamiento de la cadena de suministro y explotan las
plataformas en línea para llegar a los consumidores. Aunque los propietarios de marcas y los consumidores pueden denunciar la venta de falsificaciones
en plataformas de comercio electrónico, estos esfuerzos posteriores al hecho no han logrado reducir significativamente la prevalencia de ventas
ilícitas en línea. Las medidas tomadas hasta ahora no han sido suficientes para detener la proliferación de productos falsificados, manteniendo a los
consumidores y a las marcas en una lucha constante contra este problema.
El impacto negativo para las marcas
La compra de imitaciones y falsificaciones tiene varias consecuencias negativas. La falsificación representa una pérdida significativa de ingresos para
las empresas que invierten en investigación, desarrollo y diseño de productos originales. Las imitaciones no suelen estar sujetas a los mismos
estándares de calidad y seguridad que los productos originales, lo que puede representar un riesgo para la salud y la seguridad de los consumidores.
Además, la producción de falsificaciones a menudo no cumple con las regulaciones ambientales, lo que puede generar daños al medio ambiente. En algunos
casos, la venta de falsificaciones está vinculada a actividades delictivas como el tráfico de drogas o el lavado de dinero.
La Piratería Multimedia y Audiovisual: Un ejemplo Paralelo que refleja una tendencia global
El fenómeno de la piratería multimedia y audiovisual es de igual forma un claro ejemplo paralelo a la tendencia observada en la compra de productos
falsificados. Al igual que ocurre con las falsificaciones de bienes materiales, la piratería de contenido digital se ha convertido en una práctica
común entre los consumidores, impulsada por factores económicos, sociales y tecnológicos. Al igual que ocurre con la compra de productos falsos o
imitaciones, los consumidores se sienten atraídos por el acceso gratuito o a bajo costo a películas, música, series de televisión y software que, de
otra manera, podrían ser prohibitivamente caros. La disponibilidad de contenido pirata en línea, a través de sitios web de descarga y plataformas de
streaming ilegales, ha hecho que la piratería sea una opción tentadora para aquellos con presupuestos limitados. Esta situación refleja la misma lógica
que impulsa la compra de productos falsificados: la búsqueda de alternativas más económicas y accesibles.
Además, la piratería multimedia también está influenciada por actitudes y normas sociales similares a las que rodean la compra de falsificaciones.
Muchos consumidores no perciben la descarga ilegal de contenido como un delito grave, especialmente si es para uso personal. La percepción de que
“todos lo hacen” y la facilidad de acceso a contenido pirata contribuyen a normalizar esta práctica. La presión social y el deseo de no quedarse atrás
en cuanto al consumo de contenido popular también juegan un papel significativo.