15 Ene Así es el impacto negativo en la economía e integridad de las marcas
El auge de las falsificaciones se ha convertido en una sombra que acecha a las marcas, generando una auténtica pesadilla en el mundo empresarial. Los
datos son alarmantes: España ostenta el segundo lugar en la Unión Europea en cuanto a la tasa de compra de productos falsificados, y las estadísticas
revelan que una de cada dos personas de entre 15 y 24 años ha adquirido conscientemente una imitación. Este fenómeno, que antes estaba asociado al
desprestigio, ha experimentado un cambio drástico, especialmente entre los jóvenes de la Generación Z, quienes muestran una inclinación sorprendente
hacia la compra de productos falsificados.
La policía se ve constantemente involucrada en operativos contra las falsificaciones, interviniendo desde zapatillas y gafas de sol hasta bolsos,
desmantelando redes que clonan portales de reconocidas marcas de ropa. La magnitud de estos sucesos subraya la gravedad de los delitos relacionados con
la falsificación y su impacto directo en las marcas afectadas.
Las cifras son contundentes: el 20% de la población ha adquirido algún producto falso en el último año, y este porcentaje se duplica entre los jóvenes
de 15 a 24 años, llegando a alcanzar el 45%. Esta tendencia, que inicialmente podría parecer aislada, tiene consecuencias económicas significativas. En
España, se estima que la compra de falsificaciones conlleva la destrucción de 45,000 empleos directos anualmente, siendo el pequeño comercio el sector
más vulnerable y menos capacitado para hacer frente a la falsificación.
El auge de las falsificaciones entre los jóvenes
Los jóvenes, lejos de sentir reparo por consumir productos falsificados, los perciben como una elección inteligente. Este cambio de perspectiva refleja
un distanciamiento del consumo ostentoso, optando por ganar estatus a través del ahorro y la frugalidad, según señala Chris Beer, periodista de datos
de la consultora GWI. El informe de esta consultora, basado en una encuesta a 2110 personas de la Generación Z en 12 países, revela que el 20% de los
jóvenes percibe un impacto dramático en sus finanzas debido a la inflación.
El comercio online emerge como epicentro de la proliferación de productos falsificados, concentrando el 82% de las falsificaciones e imitaciones. China
lidera este fenómeno con un 75% de productos incautados, seguido de cerca por Hong Kong, Turquía y Singapur. Además, más del 50% de las incautaciones
de productos falsificados en la Unión Europea están vinculadas al comercio electrónico, convirtiéndose en el principal canal de distribución de estos
productos. Este escenario se ve alimentado por la promoción sin control en redes sociales, creando un ambiente propicio para la expansión de
actividades ilegales.
Hace unos años el popular Youtuber Jordi Wild nos mostraba a través de unos de sus videos, el popular mercado Naca market de Tailandia, considerado
como un los mercados más grandes del mundo de imitaciones y falsificaciones.
Los jóvenes, siendo compradores habituales en plataformas online, no solo muestran indiferencia hacia la compra de productos
falsificados, sino que consideran aceptable esta práctica si el precio del original es elevado. Esta actitud contribuye a que el 40% de los
ciudadanos europeos vea la adquisición de falsificaciones como un acto de protesta y el 52% como una compra inteligente.
No solo exclusivo de los jóvenes
Aunque el creciente interés entre los jóvenes por la compra de este tipo de productos, no es algo solo exclusivo de los jóvenes, ya que adultos de
todas las edades también pueden verse tentados por diversas razones.
En términos generales, los jóvenes exhiben una mayor propensión a comprar imitaciones debido a su familiaridad con las marcas y su disposición a asumir
riesgos al optar por productos potencialmente de baja calidad. Sin embargo, los adultos también pueden incurrir en la compra de productos falsificados
por motivos diversos. Algunos adultos pueden optar por estas imitaciones como una estrategia para economizar, buscando obtener acceso a productos que
no se encuentran disponibles en su país o incluso como un gesto de apoyo a la economía local. Las motivaciones para la adquisición de productos
falsificados no se limitan a una franja etaria específica y abarcan un espectro amplio de razones que van desde consideraciones económicas hasta
necesidades específicas de acceso a ciertos bienes.
El impacto en la economía e integridad de las marcas
Las falsificaciones ejercen un impacto económico adverso de gran magnitud a nivel global. Según datos de la Organización Mundial de Aduanas (OMA), el
valor de las mercancías falsificadas confiscadas a nivel mundial experimentó un aumento del 13 % en 2021, alcanzando la impresionante cifra de 126.000
millones de dólares. Sin embargo, este monto solo constituye una fracción de la dimensión real del comercio de falsificaciones, estimado entre 500.000
y 1.000.000 millones de dólares anuales. De acuerdo con el informe “2023 Global Counterfeiting and Piracy Report” de la Cámara de Comercio
Internacional (CCI), el valor del comercio global de falsificaciones ascendió a 1.280.000 millones de dólares en 2023, reflejando un incremento del 10
% con respecto al año anterior.
El impacto económico de las falsificaciones abarca pérdidas de ingresos para los titulares de derechos de propiedad intelectual, incluyendo
fabricantes, distribuidores y minoristas. Además, las falsificaciones pueden desincentivar la innovación, ya que los titulares de derechos de propiedad
intelectual tienen menos motivación para invertir en el desarrollo de nuevos productos y servicios.
Las falsificaciones también dañan la integridad de las marcas
Los consumidores que adquieren productos falsificados se exponen a artículos de calidad deficiente o peligrosos. Asimismo, la venta de productos
falsificados socava la reputación de las marcas legítimas, generando desconfianza en los consumidores. La lucha contra las falsificaciones se presenta
como un desafío multidimensional que requiere una acción coordinada a nivel mundial para preservar la autenticidad, la calidad y la confianza en el
mercado.
Al impacto económico se suma a un riesgo aún más alarmante: la salud. Muchos productos falsificados contienen sustancias tóxicas y no cumplen con las
normativas de seguridad. Ropa, calzado, baterías, móviles, juguetes, cosmética, equipamiento deportivo, medicamentos e incluso piezas de repuesto para
automóviles pueden albergar peligrosas sorpresas para quienes optan por lo falsificado.
El Tribunal Supremo, reconociendo el daño moral ocasionado a las marcas, establece que los falsificadores también deben indemnizar a las
empresas afectadas.
Esta medida busca compensar la pérdida de exclusividad y compromiso de calidad que las marcas intentan transmitir a los consumidores. La sentencia es
un recordatorio de la importancia de proteger la reputación de las marcas, especialmente cuando España se posiciona como el segundo país de la Unión
Europea en compra de productos falsificados, con más de 2.6 millones de intervenciones en 2022.
Sin duda, la proliferación de productos falsificados se ha convertido en un desafío crucial para la economía y la integridad de las marcas. La
tendencia, impulsada por la indiferencia de los jóvenes y el auge del comercio online, no solo impacta negativamente en la creación de empleo y la
estabilidad económica, sino que también plantea serios riesgos para la salud pública. La lucha contra las falsificaciones se presenta como un desafío
multidimensional que requiere una acción coordinada a nivel nacional e internacional para salvaguardar la autenticidad, la calidad y la seguridad de
los productos en el mercado.